La explicación tiene que ver con el efecto beneficioso que la presencia paterna ejerce sobre sus hijas: cuanto más tiempo pasa el padre con sus pequeñas, antes comienzan éstas a menstruar. Así, su vida reproductiva es más larga.
El padre proporciona su apoyo en las relaciones competitivas con otros congéneres, y en el caso de los recién nacidos, impide los infanticidios, un riesgo bastante común para muchos primates.
Además, los padres pueden ayudar a que sus crías consigan más y mejores alimentos. Por un lado, la presencia de los progenitores evita que los pequeños sean interrumpidos mientras comen y, por otro, los jóvenes pueden aprender cómo conseguir mejores alimentos, observando a adultos experimentados.
Los autores del estudio señalan la paradoja de que en otros mamíferos –entre ellos, los humanos– la presencia de los padres no acelera la maduración de las crías, como sucede con los babuinos, sino que la ralentiza. Este retraso en la maduración se ha interpretado como un mecanismo para evitar el incesto.
El estudio indica que la labor del padre aún debe analizarse mejor.
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