miércoles, 21 de mayo de 2008

Masai Mara grita socorro

Contra el viento y la marea del turismo, de la corrupción y de un desarrollo tan magro como agresivo, África ha logrado preservar una nutrida porción de su patrimonio natural que seduce a millones de visitantes cada año. Repercutir el desarrollo turístico en conservación medioambiental es la ecuación que los países africanos tratan de resolver, y que Kenia ha resuelto con éxito. Y ello, prescindiendo voluntariamente de los ingresos millonarios que la caza mayor aporta a otros países; en Kenia, lo único que se puede disparar son fotografías.

Un rebaño de ñus pasta al atardecer. J. YANES

El sector turístico keniano aporta el 12% del PIB nacional, emplea a casi el 10% de la población activa y creció el último año a un 13%, según datos del Ministerio de Turismo. Pero toda fortaleza tiene su talón de Aquiles, y la fuerte dependencia del turismo somete la economía y la conservación natural a un elemento extremadamente sensible a la incertidumbre; el turismo es, por naturaleza, miedoso.

La industria turística keniana vive sus peores momentos desde hace años. La violencia desatada en el país tras las últimas elecciones ha provocado un desplome en la entrada de extranjeros. José María Roldán, vasco afincado en Nairobi que dirige la agencia Get In Africa Safaris , cuenta que sufrió “un 100% de cancelaciones a partir de enero”, y ello a pesar de que los disturbios no cruzaron la frontera de los parques: “Los que estaban de safari se enteraron por la prensa o por llamadas de sus familiares espantados desde España”, explica. Roldán confía en una pronta recuperación en junio, al término de las lluvias.


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