viernes, 5 de diciembre de 2008

La contaminación acústica amenaza la supervivencia de los cetaceos

A pesar de que ya hemos hablado de ello varias veces en este espacio y de que varios lectores lo denunciaran al conocerse las reciente noticias de la muerte de más de 200 ballenas en menos de dos semanas al quedarse varadas en Tasmania, debemos seguir machando con el tema.

La creciente contaminación sónica en los océanos del mundo amenaza la supervivencia de ballenas y delfines.Y, de hecho, así lo ha afirmado un panel de expertos patrocinado por la Organización de Naciones Unidas (ONU).


Los especialistas, reunidos en Roma, aseguran que los sonidos que utilizan estos mamíferos para comunicarse son opacados por el ruido que provocan los barcos, los sistemas militares de sonar y el cambio climático por lo que los animales se desorientan, no pueden encontrar pareja ni comida y se comportan erráticamente.

Hay un número cada vez mayor de ballenas y delfines que terminan varados en una playa que podrían atribuirse a esta contaminación sónica.

En algunos casos los mamíferos presentaron lesiones en algunos tejidos, similares a las de los buzos que salen a la superficie demasiado rápido, de lo que los expertos deducen que esos animales pueden haberse asustado por el ruido de sonares militares o experimentos sísmicos y terminaron por ascender a una velocidad superior a la de sus limitaciones físicas.

Otra investigación apunta a que los crecientes niveles de dióxido de carbono incrementan la acidez de los océanos, lo que hace que el sonido viaje todavía más lejos.

Recomiendan por ello tomar una serie de medidas al respecto:

- Reducir los niveles de ruido instalando motores más silenciosos.
- Cambiar la ruta de algunos barcos.
- Reducir las velocidades.
- Prohibir experimentos y el uso de sonares en los hábitats de los animales en peligro.

La buena noticia que surge de esto es que la Convención para la Conservación de las Especies Migratorias, a la que asisten representantes de 100 países, está considerando emitir una resolución que obligue a los países a disminuir los niveles de contaminación sónica en el mar.

La mala, es que estamos demasiado acostumbrados a que este tipo de denuncias caigan en saco roto, aunque en esta ocasión un portavoz del Programa Ambiental de Naciones Unidas dijo que hay indicios de que los gobiernos están dispuestos a enfrentar los problemas que provocan los océanos ruidosos.

Esperemos pues que ese supuesto interés no se asemeje en nada al de nuestro querido (nótese la ironía) George W. Bush.


Datos extraído de BBC Mundo: "Mucho ruido y pocos delfines".

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