'Más vale maña, que fuerza'. Esa es la máxima que podríamos aplicarle a muchos de los comportamientos (incluida la sexualidad) de determinadas especies animales que a falta de fuerza física se las han de arreglar con el ingenio.
Un claro ejemplo de ello sería el de los lemures a la hora de evitar las infidelidades de su pareja sexual. Y es que, después del apareamiento, los lémures machos depositan una especie de tapón proteico sólido en los genitales de la hembra.
De ahí que no necesiten un físico particularmente bien dotado para poder expulsar a sus competidores a la fuerza.
Visto en QUO.es
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