El puerto de Ensenada, en Baja California, recibe cada día desde hace semanas la visita de centenares de lobos marinos. Son los mamíferos 'okupas' del mar que han tomado uno de sus muelles para descansar y tomar el sol. Como ocurre con los humanos que deciden entrar en una casa deshabitada que no es de su propiedad, también ellos descubrieron una zona aeroportuaria sin uso tras perder el que era hasta entonces su hogar: un viejo barco casi hundido.
Los lobos marinos han sido, de hecho, los últimos moradores del Catalina, que así se llamaba la embarcación de 91 metros de eslora y casi 16 de manga. Su casco abandonado fue su casa durante más de una década, hasta que las autoridades portuarias decidieron desguazarlo porque entorpecía la actividad comercial y turística.
Era el final de la historia del barco estadounidense, que en origen fue utilizado para el transporte de pasajeros. En la Segunda Guerra Mundial se empleó para el traslado de tropas y en la década de los 90 fue comprado por un empresario para convertirlo en restaurante. Pero el negocio no atrajo tanto a los comensales como lo hizo después con los lobos marinos, y cerró un año después.
Abandonado a su suerte, el Catalina comenzó a hundirse en 1997 hasta que sólo sirvió a sus últimos ocupantes. Al final, su desguace les dejó sin refugio y el puro instinto de supervivencia dirigió a una buena parte de los machos hasta la dársena desocupada del puerto de Ensenada.
"Se quitaron unas embarcaciones de ahí y los lobos lo ocuparon", ha explicado a Efe Glenda Galarza, de la Autoridad Portuaria Integral de Ensenada. "Es un área sin licitar todavía".
En realidad, su hábitat natural se encuentra en la zona marítima conocida como Punta Banda, a unos doce kilómetros del puerto, junto a las dos islas de Todos Santos. Desde allí nadan hasta el puerto. Ellos, porque a ellas, a las hembras parece que no les convence el 'solarium' portuario y eso, han advertido ya los ecologistas, está afectanto a su ciclo reproductivo.
En el puerto la imagen de los pinnípdeos, de cientos de kilos cada uno, tendidos al sol atrae todas las miradas y genera una pregunta: ¿dónde irán si llega una orden de desalojo forzoso, si dan un uso comercial a su muelle? Allí todos creen que se volverán a adaptar, que encontrarán un nuevo lugar para descansar.
Los lobos marinos han sido, de hecho, los últimos moradores del Catalina, que así se llamaba la embarcación de 91 metros de eslora y casi 16 de manga. Su casco abandonado fue su casa durante más de una década, hasta que las autoridades portuarias decidieron desguazarlo porque entorpecía la actividad comercial y turística.
Era el final de la historia del barco estadounidense, que en origen fue utilizado para el transporte de pasajeros. En la Segunda Guerra Mundial se empleó para el traslado de tropas y en la década de los 90 fue comprado por un empresario para convertirlo en restaurante. Pero el negocio no atrajo tanto a los comensales como lo hizo después con los lobos marinos, y cerró un año después.
Abandonado a su suerte, el Catalina comenzó a hundirse en 1997 hasta que sólo sirvió a sus últimos ocupantes. Al final, su desguace les dejó sin refugio y el puro instinto de supervivencia dirigió a una buena parte de los machos hasta la dársena desocupada del puerto de Ensenada.
"Se quitaron unas embarcaciones de ahí y los lobos lo ocuparon", ha explicado a Efe Glenda Galarza, de la Autoridad Portuaria Integral de Ensenada. "Es un área sin licitar todavía".
En realidad, su hábitat natural se encuentra en la zona marítima conocida como Punta Banda, a unos doce kilómetros del puerto, junto a las dos islas de Todos Santos. Desde allí nadan hasta el puerto. Ellos, porque a ellas, a las hembras parece que no les convence el 'solarium' portuario y eso, han advertido ya los ecologistas, está afectanto a su ciclo reproductivo.
En el puerto la imagen de los pinnípdeos, de cientos de kilos cada uno, tendidos al sol atrae todas las miradas y genera una pregunta: ¿dónde irán si llega una orden de desalojo forzoso, si dan un uso comercial a su muelle? Allí todos creen que se volverán a adaptar, que encontrarán un nuevo lugar para descansar.
Fuente de la noticia: El Mundo.
3 comentarios:
espero que no hagan cualquier burrada llegado el caso, que es que yo ya ni me fio de el ser humano.
Tiempo al tiempo.
Ojala que no.
Un abrazo.
yo tampoco me fío.pero por dios por qué no les dan un playa?
La verdad que resulta insólito como estos animales se sienten como en casa en estas construcciones mano del hombre. Saludos.
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