viernes, 29 de abril de 2011

Aglomeración de ballenas en la Antártida

El cambio climático está alterando los ciclos vitales en la Antártida. Durante los últimos años, los científicos han observado superagrupaciones de más de 300 ballenas jorobadas dándose auténticos festines en los mayores bancos de krill antártico vistos en más de 20 años de observaciones.

Los avistamientos, realizados en aguas libres de hielo a mediados del otoño austral, sugieren a los científicos que las poco estudiadas bahías antárticas son importantes zonas de alimentación de estas amenazadas ballenas al final de la temporada. Pero también son el espejo donde se puede ver lo rápido que el cambio climático está afectando a la región.

Un equipo de la Universidad de Duke (EEUU) rastreó esta superagrupación de ballenas y de krill durante una expedición a la bahía Wilhelmina que duró seis semanas el mes de mayo de 2009.

"Nunca se ha visto una agrupación tan increíblemente densa de ballenas y krill en esta zona y a esa altura del año", asegura Douglas Nowacek, científico de la Universidad de Duke.

Nowacek y sus colegas avistaron 306 ballenas jorobadas, o dicho de otra forma, 5,1 ballenas por kilómetro cuadrado, la densidad más grande que se ha registrado nunca en la bahía antártica Wilhelmina. Los investigadores midieron una biomasa de krill de aproximadamente dos millones de toneladas. En las aguas sólo unos pequeños fragmentos flotantes de hielo cubrían menos del 10% de la superficie marina de la bahía. El equipo volvió a la zona en mayo de 2010 y recogió de nuevo cifras similares.

Hace años, el hielo solía cubrir casi la totalidad de la bahía y de los fiordos por el mes de mayo, protegiendo al krill y obligando a las ballenas a migrar hacia otra parte para encontrar alimento. Pero el avance del cambio climático en esta zona durante los últimos 50 años ha reducido de forma sustancial la extensión de hielo y ha retrasado la aparición de la cubierta helada.

"La pérdida de hielo marino es una buena noticia para las ballenas a corto plazo, ya que les sirve en bandeja auténticos festines de krill. Pero es una pésima noticia a largo plazo para ambas especies", asegura a ELMUNDO.es Ari Friedlaender, científico del Laboratorio Marino de la Universidad de Duke y autor principal de la investigación. "Esto tendrá efectos sobre la capacidad del krill para regenerar sus propias poblaciones y, en consecuencia, de poder mantener las poblaciones de los depredadores antárticos que dependen del krill".

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