Los pingüinos adelia y los barbijo viven en las costas antárticas, se alimentan principalmente de krill (crustáceos), miden hasta 75 centímetros de alto y tienen hábitos sociales; se diferencian por algunos rasgos característicos de su plumaje y, aunque ambos crían poniendo los huevos en nidos de piedras, los primeros prefieren zonas heladas para hacerlo, los segundos eligen mejor las libres de hielos.
Las poblaciones de ambas especies se han reducido a la mitad en los últimos 30 años. La causa de esta caída está en la disminución drástica de la cantidad de alimento krill disponible para alimentarse, afirman unos investigadores estadounidenses, retando así la hipótesis más extendida, que relaciona la reducción de las poblaciones de estos pingüinos con la pérdida de hielos de su hábitat debida al calentamiento global.
Wayne Z. Trivelpiece y sus colegas explican que las condiciones climáticas favorables y la reducción de la competición por el krill frente a mamíferos marinos que se alimentan también de él hizo que el número de pingüinos aumentase notablemente en la península Antártica y el mar de Escocia entre 1930 y 1970, ya que estas especies nunca fueron explotadas como las ballenas o las focas.
A partir de entonces, sin embargo, se ha registrado una drástica reducción de sus poblaciones, en algunas pingüineras, de hasta el 70%. A la vez ha caído la biomasa del krill hasta el 80%.
Las causas residen, dicen los investigadores, en la recuperación de especies consumidoras de krill como focas y ballenas -al concluir su captura masiva e indiscriminada- así como en el incremento de la pesca de krill para obtener diferentes productos incluidas grasas Omega 3 (la captura en algunas zonas de la región ha pasado de 50.000 toneladas en 2002-2003 a más de 200.000 toneladas en 2009-2010).
Además, el aumento de las temperaturas (en la península Antártica se registra un calentamiento especialmente rápido respecto a la media del planeta) está alterando las condiciones físicas del medio ambiente del krill.
La hipótesis de que, al reducirse la superficie de los hielos, las poblaciones de los pingüinos que prefieren este entorno en invierno (los adelia) habrían disminuido, mientras que los barbijo, que prefieren las zonas libres de hielo, habrían aumentado, no cuadra con los datos de campañas de campo realizadas durante los últimos 30 años y las investigaciones recientes, argumentan los investigadores estadounidenses, porque ambas especies han perdido población. Sin embargo, el alimento casi exclusivo de estas dos especies, el krill, ha caído notablemente, lo que explicaría la crisis de ambos pingüinos.
Las perspectivas no son en absoluto favorables para los adelia (Pygoscelis adeliae) y los barbijos (Pygoscelis Antarctica) si se mantiene la tendencia actual de calentamiento en la región y sigue decayendo la masa de krill disponible, argumentan Trivelpiece y sus colegas. Especialmente preocupante es la situación de los barbijos porque crían casi exclusivamente en la península Antártica y en el mar de Escocia, mientras que de los adelia hay poblaciones estables en el mar de Ross y en el sector antártico del océano Índico.
La situación parece tan crítica para estos pingüinos como para que estos investigadores propongan que se incluya a los barbijos en la lista de especies amenazadas que necesitan un seguimiento constante.
Las poblaciones de ambas especies se han reducido a la mitad en los últimos 30 años. La causa de esta caída está en la disminución drástica de la cantidad de alimento krill disponible para alimentarse, afirman unos investigadores estadounidenses, retando así la hipótesis más extendida, que relaciona la reducción de las poblaciones de estos pingüinos con la pérdida de hielos de su hábitat debida al calentamiento global.
Wayne Z. Trivelpiece y sus colegas explican que las condiciones climáticas favorables y la reducción de la competición por el krill frente a mamíferos marinos que se alimentan también de él hizo que el número de pingüinos aumentase notablemente en la península Antártica y el mar de Escocia entre 1930 y 1970, ya que estas especies nunca fueron explotadas como las ballenas o las focas.
A partir de entonces, sin embargo, se ha registrado una drástica reducción de sus poblaciones, en algunas pingüineras, de hasta el 70%. A la vez ha caído la biomasa del krill hasta el 80%.
Las causas residen, dicen los investigadores, en la recuperación de especies consumidoras de krill como focas y ballenas -al concluir su captura masiva e indiscriminada- así como en el incremento de la pesca de krill para obtener diferentes productos incluidas grasas Omega 3 (la captura en algunas zonas de la región ha pasado de 50.000 toneladas en 2002-2003 a más de 200.000 toneladas en 2009-2010).
Además, el aumento de las temperaturas (en la península Antártica se registra un calentamiento especialmente rápido respecto a la media del planeta) está alterando las condiciones físicas del medio ambiente del krill.
La hipótesis de que, al reducirse la superficie de los hielos, las poblaciones de los pingüinos que prefieren este entorno en invierno (los adelia) habrían disminuido, mientras que los barbijo, que prefieren las zonas libres de hielo, habrían aumentado, no cuadra con los datos de campañas de campo realizadas durante los últimos 30 años y las investigaciones recientes, argumentan los investigadores estadounidenses, porque ambas especies han perdido población. Sin embargo, el alimento casi exclusivo de estas dos especies, el krill, ha caído notablemente, lo que explicaría la crisis de ambos pingüinos.
Las perspectivas no son en absoluto favorables para los adelia (Pygoscelis adeliae) y los barbijos (Pygoscelis Antarctica) si se mantiene la tendencia actual de calentamiento en la región y sigue decayendo la masa de krill disponible, argumentan Trivelpiece y sus colegas. Especialmente preocupante es la situación de los barbijos porque crían casi exclusivamente en la península Antártica y en el mar de Escocia, mientras que de los adelia hay poblaciones estables en el mar de Ross y en el sector antártico del océano Índico.
La situación parece tan crítica para estos pingüinos como para que estos investigadores propongan que se incluya a los barbijos en la lista de especies amenazadas que necesitan un seguimiento constante.
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