Se apoderó del ecosistema de la presa El Infiernillo, en Michoacán, donde vive sin problemas. Es uno de los primeros sitios donde se le detectó en México.
En Sudamérica, de donde es originario, se le conoce como Pleco, pero los pescadores e investigadores mexicanos no tuvieron problemas en encontrarle un nuevo nombre. "¿Quién es capaz de sobrevivir en el Infierno? Pues el Diablo, y de ahí el nombre particular que le dieron", explica Ernesto Velázquez, director de la escuela de Biología de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).
Pero más allá de la anécdota, lo cierto es que este pez, cuyo nombre científico es Hypostomus Plecostomus, se ha convertido en una seria amenaza para los ecosistemas acuáticos del sureste mexicano, según reconocen especialistas y autoridades.
En ríos, lagos y presas del país el pez diablo se comporta como tal: como no tiene depredadores naturales ha desplazado a especies nativas, lo que representa un serio riesgo no sólo para la ecología sino para la sobrevivencia de miles de pescadores, insiste Velázquez.
Como otras especies invasoras, el Pez Diablo llegó a México con el llamado "efecto Nemo", en alusión a la película de Disney: Aficionados a la cría de peces de ornato los importaron de Sudamérica para aprovechar algunas de sus habilidades. La especie suele alimentarse de algas y desechos de comida, por lo cual muchos le llaman "limpiapeceras". El problema es que, al crecer, muchas personas les abandonan en ríos o lagos y eso causa su diseminación.
Los primeros ejemplares fueron detectados en 2003 en el norte del país, pero ahora la gubernamental Comisión Nacional de la Biodiversidad (Conabio) reconoce su presencia en estados del centro, oeste y sureste ya que se adapta con facilidad porque, a diferencia de otras especies, es "muy paternalista", y cuida que sobrevivan la mayoría de los huevecillos que deposita la hembra.
Esta costumbre también es un riesgo. El Pez Diablo protege celosamente su territorio, lo que impide desovar a otras especies. Además, busca su alimento en el lecho de ríos y lagos, y con frecuencia consume también los huevecillos de otros peces, como bagres y tilapias. Así, en poco tiempo, sólo las crías del Plecostomus sobreviven.
Un factor adicional es que su depredador natural, el cocodrilo, sólo habita en algunas regiones del país. Y el ser humano, su principal enemigo, también está ausente: el Pez Diablo no está en la dieta de los mexicanos, como sí ocurre en Sudamérica.
El Plecostomus es una especie con alto valor nutritivo, y su carne tiene muy buen sabor, explica Ernesto Velázquez. Pero al menos en México, su aspecto le ha permitido escapar de las cocinas. Suele ser de color marrón oscuro y algunos ejemplares desarrollan manchas. Las escamas son duras y al contraerse forman un fuerte escudo protector. Además tiene gruesas espinas en aletas y el lomo, lo que frecuentemente daña las redes de los pescadores. Por eso le llamaron Pez Diablo.
Curiosamente, los especialistas ven a la especie como una plaga, pero también como una alternativa a los problemas económicos y alimentarios de muchas personas. De hecho, muchos piensan aprovecharlo para hacer harina de pescado y alimentar ganado, mientras que otros han adaptado recetas del sur de América para cocinar Pez Diablo con sabor mexicano.
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