jueves, 8 de diciembre de 2011

Reino Unido, a la caza indiscriminada del ciervo

Reino Unido se enfrenta a un serio problema medioambiental: la superpoblación de ciervos. Las últimas estimaciones sobre las seis especies de ciervo que habitan en las Islas Británicas hablan de cerca de dos millones de ejemplares. Su capacidad de reproducción, junto a la ausencia de grandes depredadores, ha propiciado esta explosión de población en los últimos años, poniendo en peligro la biodiversidad de algunas regiones. Entre los efectos más inmediatos de esta superpoblación destacan el freno a la regeneración del monte bajo y buena parte de la flora necesaria para la supervivencia de muchas de las especies del bosque.

Ante este crecimiento, las autoridades británicas han puesto en marcha una estrategia de sacrificios de ciervos. Sin embargo, los pobres resultados de estas políticas algunas organizaciones creen que la población se doblará en diez años, así como algunas acciones calificadas de poco éticas han despertado el debate en torno a estas prácticas de control poblacional.

Las últimas cifras facilitadas por la Asociación Británica de Tiro y Conservación revelan que sólo en Inglaterra se abaten cerca de 173.000 ciervos al año, sin especificar ni edad ni género. Otros organismos, como la Comisión Forestal, desglosan las cazas señalando que en la temporada que finalizó en marzo del año pasado fueron abatidos 11.000 ciervos, de los que unos 5.000 fueron hembras adultas, 4.000 machos y el resto animales jóvenes de ambos géneros.

En este punto surge uno de los asuntos más agrios de la polémica, puesto que las últimas leyes aprobadas por el Gobierno permiten disparar a las crías que hayan quedado huérfanas.

Gamos en Hampton Court Park, Londres (Foto: D. B.).

El objetivo es conseguir sacrificar al 25% de la población de ciervos. Simon Leadbeater, director de la empresa de servicios medio ambientales Priors Environmental, es especialmente crítico con esta iniciativa. Según asegura, del sacrificio de cervatillos se deduce que "la prioridad no son las buenas prácticas en el control poblacional, sino reducir el número de ejemplares a toda costa".


Al otro lado se sitúan los defensores de la medida, como David Blake, oficial de proyectos en el área natural Cranborne Chase & West Wiltshire Downs, al sur de Inglaterra. "Me satisface que ahora se pueda evitar este sufrimiento [en referencia a la dependencia del cervatillo huérfano] matando de una vez a todos los miembros de una familia". Blake ejerce como acechador de ciervos, los cazadores que sacrifican estos animales para controlar su población.

Las críticas a las políticas de sacrificios también se refieren a la profesionalización de estos acechadores, no sólo por la elección del ejemplar en sí, sino por el modo de matarlo. Se calcula que aproximadamente el 88% de los ciervos sacrificados mueren de un disparo. Sin embargo, la Sociedad Británica del Ciervo advierte que aproximadamente un 2% de los ciervos tiroteados no mueren en el acto y escapan moribundos. Estos 3.500 ejemplares que no mueren en el acto sólo se corresponden con los datos procedentes de cazadores profesionales (acechadores), por lo que si se suman los datos de furtivos y cazadores inexpertos es lógico pensar que el número se incrementará significativamente, tal y como señala Leadbeater.

Por este motivo, Peter Donelly, ex guarda forestal y gestor del programa de ciervos en Exmoor, al suroeste de la isla, aboga por una mayor profesionalidad de los acechadores y poder cumplir así con el cupo del 25% de población sacrificada. Donelly critica que, en muchos casos, quienes ejercen esta responsabilidad lo hacen a tiempo parcial, aprovechando sus horas libres para salir de cacería. Otra de las alternativas barajadas para el control ha sido la esterilización de las hembras, pero se ha descartado por el elevado coste que conllevan.

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