Se suele decir que los perros detectan el miedo de los hombres y que incluso detectan enfermedades. Pero, ¿a qué huele el miedo? Para los peces el miedo tiene un olor muy característico: a azúcar, tal y como concluye una investigación reciente.
Este químico brebaje se localiza en abundancia en la piel del pescado. De modo que cuando un pez está herido, lo que puede significar que haya predadores cerca, se liberan de su piel fragmentos de sulfato de condroitina con olor a azúcar que alertan a los peces más próximos liberando una misteriosa sustancia conocida como "Schreckstoff" (material del miedo).
En concreto, estos fragmentos de azúcar y el miedo se registran en el epitelio olfatorio, una parte del cerebro del pez cebra, especie elegida para este estudio por ser una especie fácil de criar y porque se pueden observar un montón de detalles gracias a que tanto los embriones como las larvas de los peces cebra son transparentes.
Esa región del cerebro, encargada de procesar los diferentes aromas, incluye unas neuronas sensoriales conocidas como células cripta. Gracias a ellas, los peces cebra detectan el olor y tratan de escapar sin necesidad de pensar, incrementando así sus posibilidades de supervivencia. Dicho de otro modo, no es que el pez cebra huela el miedo en sí, sino que detecta los productos químicos que se liberan cuando existe un peligro extremo.
Ahora bien, esta señal de alerta no ofrece ningún tipo de beneficio al pez herido, ya que los fragmentos de azúcar se liberan tras una lesión, incluso si no hay ningún ejemplar que pueda detectar este aroma. De hecho, en todo caso, le pone aún más en peligro, ya que éste se quedaría prácticamente solo ante un posible predador si el resto de peces escapan.
En cuanto a cómo es la capacidad olfativa de los peces, los responsables del estudio afirman que una gran parte del cerebro del pez está dedicada a la detección de olores, la cual en comparación, por ejemplo, con los mamíferos es relativamente grande.
El estudio aclara así este rompecabezas tras más de 70 años de elucubraciones. Pero, plantea nuevas dudas, ya que por ejemplo algunas especies de peces podrían detectar esta señal de alerta de los taxones directamente relacionados, y en menor medida si las especies son más distantes biológicamente hablando. De modo que esta teoría sugiere que los fragmentos de sulfato de condroitina podrían tener diferentes aromas. De ahí que los investigadores estén ahora interesados en contrastar si los mismos fragmentos del miedo que se reproducen en el pez cebra provocan también algún tipo de respuesta en otras especies.
Este químico brebaje se localiza en abundancia en la piel del pescado. De modo que cuando un pez está herido, lo que puede significar que haya predadores cerca, se liberan de su piel fragmentos de sulfato de condroitina con olor a azúcar que alertan a los peces más próximos liberando una misteriosa sustancia conocida como "Schreckstoff" (material del miedo).
En concreto, estos fragmentos de azúcar y el miedo se registran en el epitelio olfatorio, una parte del cerebro del pez cebra, especie elegida para este estudio por ser una especie fácil de criar y porque se pueden observar un montón de detalles gracias a que tanto los embriones como las larvas de los peces cebra son transparentes.
Esa región del cerebro, encargada de procesar los diferentes aromas, incluye unas neuronas sensoriales conocidas como células cripta. Gracias a ellas, los peces cebra detectan el olor y tratan de escapar sin necesidad de pensar, incrementando así sus posibilidades de supervivencia. Dicho de otro modo, no es que el pez cebra huela el miedo en sí, sino que detecta los productos químicos que se liberan cuando existe un peligro extremo.
Ahora bien, esta señal de alerta no ofrece ningún tipo de beneficio al pez herido, ya que los fragmentos de azúcar se liberan tras una lesión, incluso si no hay ningún ejemplar que pueda detectar este aroma. De hecho, en todo caso, le pone aún más en peligro, ya que éste se quedaría prácticamente solo ante un posible predador si el resto de peces escapan.
En cuanto a cómo es la capacidad olfativa de los peces, los responsables del estudio afirman que una gran parte del cerebro del pez está dedicada a la detección de olores, la cual en comparación, por ejemplo, con los mamíferos es relativamente grande.
El estudio aclara así este rompecabezas tras más de 70 años de elucubraciones. Pero, plantea nuevas dudas, ya que por ejemplo algunas especies de peces podrían detectar esta señal de alerta de los taxones directamente relacionados, y en menor medida si las especies son más distantes biológicamente hablando. De modo que esta teoría sugiere que los fragmentos de sulfato de condroitina podrían tener diferentes aromas. De ahí que los investigadores estén ahora interesados en contrastar si los mismos fragmentos del miedo que se reproducen en el pez cebra provocan también algún tipo de respuesta en otras especies.
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