Si es difícil imaginar a un cerdo limpio, aún más difícil es imaginar un cerdo que cuide el medio ambiente. Sin embargo, una granja de cerdos en el estado de Morelos, México, ha logrado ambas cosas, con un impacto ecológico positivo mediante la reducción de emisiones de gas de efecto invernadero.
Tanto trabajadores como animales de la granja de cerdos de Tlaquiltenango, contribuyen a este objetivo, como parte de una de las muchas iniciativas “verdes” que han colocado a México en una posición de liderazgo regional en temas de protección del medio ambiente, que aspira a reducir a la mitad su emisión de gases de efecto invernadero para 2050.
Para llegar hasta las áreas techadas al aire libre donde están los animales, trabajadores y visitantes deben ducharse, ponerse un uniforme caqui que cubre todo el cuerpo, y botas. A diferencia de otras instalaciones para la producción de carne de cerdo, aquí los animales se ven limpios y no están en contacto directo con sus excrementos. La granja huele, claro está, a cerdo.
Un olor que se intensifica con el calor del poderoso sol de la región. Pero es un olor soportable, natural, el que se esperaría tal vez en el campo, no en una granja de cerdos.
“Antes había muchas quejas (de las comunidades vecinas) de olor, de moscas,” explica Angie Vega, la supervisora de la granja.
¿Qué cambió? La granja instaló un biodigestor, una especie de tanque cerrado donde se almacenan los excrementos de los 17.000 animales para evitar que unas 6 mil toneladas al año de metano -mucho más contaminante que el CO2- y otros gases que provocan el efecto invernadero, vayan a parar a la atmósfera. Esto equivale a las emisiones anuales de 1200 vehículos a gasolina.
Lo bueno es que el metano es combustible. Por lo tanto, el gas que produce el biodigestor puede utilizarse para producir electricidad, o simplemente quemarlo para evitar que contamine.
Aunque la granja de Tlaquiltenango todavía no produce electricidad, sí ha logrado -además de reducir la emisión de gases de efecto invernadero- una mejoría notable en el ambiente para la comunidad y para sus trabajadores.
“Después de que se instaló el digestor, se hizo una junta del municipio para que la gente, tanto de la comunidad como los productores estuvieran enterados, y ha reducido totalmente la inconformidad de la gente. Ya no huele, ya no hay animales, moscas, rodeadores”, señala Vega.
Desde hace algunos años el Banco Mundial brinda apoyo técnico y financiero al Fideicomiso de Riesgo Compartido (Firco), una entidad creada por la Secretaría de la Agricultura, para ofrecer financiamiento parcial y asesoría a empresas agrícolas en la reducción de la contaminación y el uso de tecnologías y prácticas sustentables.
También en el estado de Morelos, un invernadero de tomates y pepinos, otro de los proyectos apoyados por Firco, ha logrado disminuir sus gastos de electricidad y reducir sus emisiones contaminantes, gracias a la instalación de paneles solares.
“Nosotros también tenemos que procurar que los productores vean esto como una inversión, no como un gasto. Es una inversión donde van a recuperar la aportación que les toca a ellos para adoptar las tecnologías”, dijo Miguel Valderrábano Pesquera, Presidente de Operaciones en Firco-Morelos.
Hasta junio de 2013, ya había alrededor de 800 proyectos parcialmente financiados o asesorados por Firco en todo México. En conjunto, estas tecnologías limpias evitaron la emisión de 589.000 toneladas de CO2, el equivalente a lo que generarían en un año 294.00 vehículos.
Con estas iniciativas y otros esfuerzos, como el del reemplazo de focos regulares por focos ahorradores, la destrucción ecológica de refrigeradores y la sustitución de electrodomésticos, México aspira a convertirse en un país que realmente refleje el verde de sus colores nacionales.
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