Tras estudiar el ADN de más de 200 lémures un equipo de científicos acaba de trazar el árbol evolutivo de esta numerosa familia de primates endémicos de Madagascar.
Los lémures se concentran en la isla africana de Madagascar y se consideran prosimios, predecesores del chimpancé, el gorila, el orangután y el ser humano.
Su antigüedad evolutiva convierte a estos mamíferos de largas colas y hocicos puntiagudos en una pieza clave para entender lo que distingue a los simios del resto de los animales, según ha explicado Julie Horvath, coautora del estudio.
Entre otras cosas, los análisis genéticos realizados por Horvarth y sus colegas han permitido confirmar que la primera rama que se separó del resto de los lemures hace 66 millones de años fue el aye-aye, un primate nocturno que golpean los árboles con sus largos dedos para buscar huecos con insectos en su interior, lo que lo convierte en una especie de versión peluda africana del pájaro carpintero.
Además, el análisis del ADN ha permitido esclarecer el parentesco entre otras especies como el sifaka, que brinca de árbol en árbol con ayuda de sus largas piernas, los diminutos lémures ratones, y los llamados “auténticos lémures”, como el lémur de cola anillada que solemos ver en los zoológicos.
Los investigadores calculan que los lemures representan un 20% de las especies de primates, y sin embargo se concentran en un territorio de apenas un 1% de la superficie terrestre. “Esto realza la importancia de Madagascar como cuna de la biodiversidad”, afirman los autores del estudio, que se publica este mes en la revista Genome research.
Los lémures se concentran en la isla africana de Madagascar y se consideran prosimios, predecesores del chimpancé, el gorila, el orangután y el ser humano.
Su antigüedad evolutiva convierte a estos mamíferos de largas colas y hocicos puntiagudos en una pieza clave para entender lo que distingue a los simios del resto de los animales, según ha explicado Julie Horvath, coautora del estudio.
Entre otras cosas, los análisis genéticos realizados por Horvarth y sus colegas han permitido confirmar que la primera rama que se separó del resto de los lemures hace 66 millones de años fue el aye-aye, un primate nocturno que golpean los árboles con sus largos dedos para buscar huecos con insectos en su interior, lo que lo convierte en una especie de versión peluda africana del pájaro carpintero.
Además, el análisis del ADN ha permitido esclarecer el parentesco entre otras especies como el sifaka, que brinca de árbol en árbol con ayuda de sus largas piernas, los diminutos lémures ratones, y los llamados “auténticos lémures”, como el lémur de cola anillada que solemos ver en los zoológicos.
Los investigadores calculan que los lemures representan un 20% de las especies de primates, y sin embargo se concentran en un territorio de apenas un 1% de la superficie terrestre. “Esto realza la importancia de Madagascar como cuna de la biodiversidad”, afirman los autores del estudio, que se publica este mes en la revista Genome research.
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