El Observatorio de aves en el mirador de Cazalla es un ir y venir de aves de todas las especies dispuestas a enfrentarse a la difícil tarea de cruzar los 14 kilómetros de mar que separan Europa de África.
Entre todo ese desordenado aviario dos grandes pájaros encienden las alertas del ornitólogo Juan Sagardía. Para la mayoría son dos buitres más entre cientos, pero su ojo experimentado los distingue al instante: son buitres moteados, propios de la sabana africana. Y lo que resulta aún más extraño, no se van a África, vienen de allí.
Cundo se vió el primero, hace ya 16 años se pensó que se habían escapado de un zoológico, pero, desde entonces, las observaciones de esta carroñera, fiel compañera de leones y hienas, son cada día más frecuentes en la península Ibérica, donde ya ha sido vista en más de una treintena de ocasiones.
Han llegado de África y vienen para quedarse.
Lo hizo siguiendo en su vagabundeo por los dos continentes a nuestro buitre leonado, cada vez más aficionado a cruzar el estrecho de Gibraltar e internarse en el continente negro, aunque no se descarta tampoco que detrás de esta colonización también existan razones de peso, como cambios radicales en sus zonas habituales, cada vez más pobres y áridas, que estarían empujando a los buitres africanos a buscar un futuro mejor en el norte.
Pulverizando todos los pronósticos, el año pasado apareció por vez primera un nuevo personaje: el alimoche sombrío. Un pequeño buitre propio igualmente de la sabana africana, visto en Tarifa comiendo carroña. Y este otoño, nuevamente en Cádiz, ha hecho su entrada triunfal otra necrófaga con la que nadie contaba: el buitre dorsiblanco, acólito inseparable de gacelas y leopardos.
Los expertos interpretan la aparición inédita de las tres carroñeras africanas en Europa como una clara evidencia más del temido avance del desierto hacia el norte.
Entre todo ese desordenado aviario dos grandes pájaros encienden las alertas del ornitólogo Juan Sagardía. Para la mayoría son dos buitres más entre cientos, pero su ojo experimentado los distingue al instante: son buitres moteados, propios de la sabana africana. Y lo que resulta aún más extraño, no se van a África, vienen de allí.
Cundo se vió el primero, hace ya 16 años se pensó que se habían escapado de un zoológico, pero, desde entonces, las observaciones de esta carroñera, fiel compañera de leones y hienas, son cada día más frecuentes en la península Ibérica, donde ya ha sido vista en más de una treintena de ocasiones.
Han llegado de África y vienen para quedarse.
Lo hizo siguiendo en su vagabundeo por los dos continentes a nuestro buitre leonado, cada vez más aficionado a cruzar el estrecho de Gibraltar e internarse en el continente negro, aunque no se descarta tampoco que detrás de esta colonización también existan razones de peso, como cambios radicales en sus zonas habituales, cada vez más pobres y áridas, que estarían empujando a los buitres africanos a buscar un futuro mejor en el norte.
Pulverizando todos los pronósticos, el año pasado apareció por vez primera un nuevo personaje: el alimoche sombrío. Un pequeño buitre propio igualmente de la sabana africana, visto en Tarifa comiendo carroña. Y este otoño, nuevamente en Cádiz, ha hecho su entrada triunfal otra necrófaga con la que nadie contaba: el buitre dorsiblanco, acólito inseparable de gacelas y leopardos.
Los expertos interpretan la aparición inédita de las tres carroñeras africanas en Europa como una clara evidencia más del temido avance del desierto hacia el norte.
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1 comentario:
Muy interesante. Ahora los observaré más detenidamente a ver si son diferentes.
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