miércoles, 1 de febrero de 2012

Pepinos para salvar tortugas

Hoy tengo el grandísimo gusto de traeros una de esas historias diferentes que tanto nos encanta leer. Un claro ejemplo de que querer es poder y que con trabajo e ilusión es posible acabar con muchas de esas dañinas prácticas tan típicamente humanas que a innumerables especies animales están llevando incluso al borde de la extinción.

En la bahía de Jiquilisco (El Salvador) era el hambre lo que estaba a punto de acabar con las turtugas marinas: las comunidades de la zona se alimentaban de sus huevos. Por un lado, el furtivismo estaba diezmando la población de tortugas baule, golfina, prieta y carey que anidan en la zona. Además del robo de sus huevos para alimentarse, también se las captura para venderlas en los mercados.

De nada servía la veda total impuesta por el Gobierno salvadoreño en 2009. Por increible que parezca, fue una Organización No Gubernamental, 'Ayuda en acción', quien encontró la manera de ayudar a tortugas y humanos. Y esta pasaba por implicar a los lugareños en su protección a cambio de ofrecerles otras alternativas de subsistencia.

Un grupo de niños libera tortugas.

Con la ayuda de la Fundación Biodiversidad, la ONG española diseñó un programa de sensibilización de la población sobre la necesidad de conservar las tortugas: levantaron tres corrales en la playa donde los lugareños debían cuidar de hasta 150.000 huevos al tiempo que les ayudaron a plantar huertos de los que obtener pepinos y otras hortalizas que sustituyeran a los huevos en su dieta. Además, formaron a jóvenes de la zona para convertirlos en guías turísticos de una región donde las tortugas son ahora el mayor reclamo para el ecoturismo.

En los dos años que llevan con el proyecto han formado a más de 300 personas, que se han convertido en recolectoras de huevos. Otras decenas cultivan los huertos, unas mil personas han participado en las labores de limpieza de las playas y otros tantos niños en los programas de sensibilización ambiental.

El resultado ha sido, sólo en 2011, la reproducción y suelta de unas 100.000 tortugas y la llegada de turistas, una circunstancia que, irremediablemente, me lleva a plantearme de nuevo la misma pregunta: ¿realmente es tan difícil?

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